Niños y jóvenes con capacidades especiales: ¿sobreprotegerlos ayuda?
Por Noelia Proto, psicóloga de la Fundación Río Pintura (www.riopinturas.org.ar).
Para cualquier padre es difícil encontrar el límite entre la ayuda y la sobreprotección. Establecerlo es una tarea ardua, que se vuelve más compleja cuando se es papá de un hijo con algún tipo de discapacidad. Principalmente, esto se da por las dificultades que puede tener este niño o joven para desenvolverse.
Para no caer en la sobreprotección, lo fundamental es el conocimiento que cada familiar pueda tener sobre la persona. Es primordial apostar siempre a sus capacidades y, a partir de ahí, brindarle ayuda. Los padres y personas del entorno deben posicionarse como un apoyo y acompañamiento en las dificultades. Deben tratar de no llegar a la sobreprotección que uno tiende a brindar por miedo a que el chico no pueda. Ofrecerle más de antemano, sin dar la posibilidad, es contraproducente.
¿Cómo saber hasta dónde pueden los niños y jóvenes? De la observación cotidiana y el ensayo y error uno sabe si puede o no. Hay que dejarlos intentar, que prueben hacer algo más allá de sus capacidades. Por ejemplo, cuando deben hacer una cama, los adultos primero apuestan a enseñarle, a que lo pueda aprender, que practiquen, desarrollen y así se evalúa dónde necesita el apoyo o el acompañamiento.
En la sobreprotección se les da más de lo que necesitan. Un claro lugar común se da en las salidas o al cruzar la calle. Los padres primero les enseñan cómo hacer (por la esquina, mirar a ambos lados, que no vengan autos, ver el semáforo), entonces uno puede saber qué fue incorporando la persona, si lo puedo hacer solo o no. No sirve que siempre me necesite para poder cruzar, que sí o sí tenga que hacerlo de la mano. Poder hacerlo tiene que ver con un proceso cotidiano, pero siempre apostando a enseñarle y a que tiene la posibilidad de aprender.
Un error frecuente es caer de entrada en la sobreprotección. En esos casos el riesgo es la limitación, porque de entrada, en lugar de dar posibilidad, le decís que no va a poder cruzar solo la calle. No le diste la chance, ese chico está siendo inhibido para poder hacer el aprendizaje. Ahí está el riesgo.
El miedo es mayor entre los padres de chicos con discapacidad. También, estos papás se enfrentan a diario con limitaciones mayores, y eso acrecienta la lucha interna entre la sobreprotección y darle libertad a los hijos. Los otros padres tienen más seguridades y pueden apostar más por todo lo que los chicos lograrán.
Cuando los hijos y los padres ya son más grandes es difícil evitar la sobreprotección, porque los miedos se acrecientan. Es un círculo vicioso, cada vez se va poniendo peor si no se lo trabaja desde el inicio. Es un ejercicio cotidiano. Una persona con capacidades especiales no tiene las herramientas para defender sus capacidades, por eso muchas veces, cuando pasan los años, se van volviendo más pasivos. No tienen esa rebeldía que puede tener un hijo sano. Entonces, uno no sabe si las cosas no las hacen porque no pueden o porque fueron inhibidos.
Hay que trabajar con los padres el acompañamiento y el apoyo para que puedan confiar en sus hijos y en sus capacidades como padres. El riesgo es que los padres o el entorno terminen discapacitando a ese niño. Es verdad que esa persona nació con una discapacidad, el tema es darle herramientas para que desarrolle al máximo todas sus capacidades y que no aumente sus dificultades. Ante todo, no rotular.
Fuente: http://www.hacercomunidad.org/escribi/articulo/19891